Cuando al final del día la labor acabada mi rostro sudoroso me acodo en la ventana de mi tranquila choza, en otros tiempos arca de ilusiones y sueños, una saliva amarga con regustos de hiel recorre mi garganta. ¿Qué hice hoy, qué hice ayer?, montoncitos de pajas que los vientos nocturnos convertirán en nada. ¿Qué hice hoy, qué hice ayer?. Arrancar hierbas malas, apiñar ramas secas, perseguir alimañas. ¿Qué hice hoy, qué hice ayer?. Sembré esperanzas vanas en surcos mal arados que las lluvias escasas no pudieron lograr el que no se secaran. ¿Qué hice hoy, qué hice ayer?. Imité a la cigarra, menosprecié a la hormiga, y mi obra acabada me quedo sorprendido mirando en mi ventana las matas y los cardos rodear mi morada. ¿Qué hice hoy, qué hice ayer?. Arrugada mi cara, sudorosos mis brazos, encorvada mi espalda, blanqueadas mis sienes, un grito se me escapa, como quebrar de un árbol, como sangre del alma, -confesión y revuelta-: ¡Trabajé para nada! -------------