Por mi mente tu existencia no ha cruzado
ya que tienes un inmenso poderío
obligándome a entregarte lo que es mío
y también todo aquello que he tomado.
Yo tuve una extraña enfermedad
vanitas, vanitatum, et omnia vanitas
y aquella enfermedad que ahora me quitas
apacigua a mi alma con tranquilidad.
Te ruego Señor (aún no se tu nombre),
exoriare aliquis nostris ex ossibus ultor,
y también la que es de mi amor
que deje semi-muerto al traidor hombre,
a aquel hombre que muy sucio juega
arrebatándome a la que de él reniega
porque más puede el amor de ella
que la luz de la cercana estrella.
No existes, pero estás en todo
(Omne ignotum pro magnifico),
en todo lo que es benéfico,
en el corazón, en el alma, en el recodo.