El avatar

No puedo decir que he sufrido mucho en esta vida.
Se diría que he sabido sufrir.
Tenía el conocimiento adecuado para ponerme
a la derecha de la gente, como en infantiles
cuando nos dividían en grupos.
Yo siempre advertía más afinidad en los desvalidos.
Aquellos que no formaban equipos porque no
podían jugar a fútbol y esperaban en el banquillo.
También es verdad que la vida es más difícil en esta parte
pero no por ello he hecho ningún mal a nadie.
Ahora a estas alturas ya no importa en qué lado esté.
Y si alguna vez me siento débil me acuerdo del penar que arrastraba,
de que todavía me roza la zapatilla en el suelo al andar
pero es por costumbre, una maldita costumbre causada
por los avatares de la vida. Una forma de expresión
desde el cobijo de la guarida. Un llanto soportado
por la agudeza de mis oídos y que retorna a mi cuerpo
en forma de dolor.
Un pasaje triste que me ha hecho vivir la vida de lleno, en toda su magnitud y por ello no me arrepiento de nada, ni aún de ese sufrimiento
que todavía me resta.