NAVEGAS
Un viento henchido de vida
infla mis dos velas
sólo por saber que
navegas por Messenger.
Navegas.
Suspira mi viento.
No te digo nada.
No pasa nada.
Es simplemente que he recobrado el sentido.
Como cuando estás en la cubierta,
tus manos con fe temblorosa en la barandilla,
al borde de desmayarte, y, desorientado,
palpas en un ciego instante,
todos los posibles lugares en los
que, quizá, te encuentras;
hasta que la confusión se disuelve en tus turbulentas aguas,
y te atreves a levar tu ancla
porque guía tu timón
una estrella,
aunque sea fugaz.
Navegas. No sé si por el mar o el cielo.
Pero navegas.
Suspira mi viento.