Jamás podrás ser mi amiga,
sólo mía,
porque me enloquece tu aliento
y me excitan tus besos,
tu cuerpo,
y el misterio de tu piel,
al punto de aniquilar mis fuerzas
y desbordar el cobre de mi lanza,
que corta profundo
el espacio de aquella amistad,
de tu primer poema.
Sólo tu boca dulce
y tu sonrisa alegre,
me harán recordar
cuando estés ausente de mí;
de aquellas noches de osadía
y de locura;
que dejaron a la cordura sola,
equivocada, impaciente,
incompetente,
esperando,
afuera;
débil y divorciada de la razón;
porque eres mía,
para mí,
sólo mía.