Era el sol de su presencia
iluminando la mañana
el que saludaba, radiante,
mi llegada a la oficina;
y de su perfume la esencia
era el mejor estimulante
para empezar bien el día.
Era un nuevo amanecer
y a mi mundo iluminaba
cada vez que sonreía;
era la alegría de todos
y a cada paso irradiaba
su contagiosa armonía.
Hasta el aire, respetuoso,
se orillaba en los pasillos
para dejar libre el paso
a su porte majestuoso.
Reina de la mañana,
reina de las oficinas,
emperatriz de la empresa
con su risa cristalina.
Con sus voces musicales
como de aguas cantarinas
del arroyo de los montes;
su faz en mis horizontes,
constante, me acompañaba.
¡Cada día era una delicia
vivido en su compañía,
sumergido en el hechizo
de su encanto y simpatía!
Siempre palabras amables,
siempre un detalle amistoso,
siempre la luz en sus ojos,
en su mirar luminoso;
con la esbeltez de su talle,
con su andar tan vaporoso,
como "flotando" en el aire
por entre los escritorios
con pasos tenues, de hada,
con su figura soñada
y rostro de ángel primoroso.
Hoy su luz ya no disipa
las sombras en las paredes
ni su voz me alegra el alma
ni son mis amaneceres
tan plenos, tan armoniosos.
Su presencia está muy lejos,
bajo el azul de otros cielos,
y sus ojos iluminan
a sus nuevos compañeros.
Hoy, la ha llevado el destino
a sitios más placenteros,
brindando nuevas auroras
a sus años venideros.
Aquí, sólo queda el recuerdo
por breve tiempo esparcido
de lo que fueron "sus" cosas,
de lo que fueron "sus" sitios.
Mas, vivirá en mi memoria
y en mi pecho, por los siglos,
la imagen nítida y fresca
de su ser, de sus prodigios;
la "Reina de la Mañana",
la ilusión de tantos hombres,
¡la del encanto exquisito!-
Eduardo Ritter Bonilla.
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!