Cae la lluvia fuera
y a mí me basta eso
para ser recluso
en la cárcel de mi tosca escritura.
¿Tú escribes para agradar?
Yo escribo porque arde mi pecho.
Si es mi deseo
destrozo la belleza en cada verso,
aunque lo comparta
mi hobby es egoísta,
está hecho para mí.
Ahí está cuando el día cesa,
ahí cuando hay algo que sacar,
tómemelo en serio o no,
le dé importancia unos días
u otros me sea tan insignificante
como una sola mota de polvo,
un solo ácaro,
una sola gota de agua en el desierto. . .
Mañana podría cavar la tumba de Acd
y todo seguiría estando igual.
Tú levantarías el trasero de tú sofá,
buscarías algo para beber en el frigorífico,
te lo beberías tranquilo,
mirándote las uñas,
pensando en cualquier asunto
que inquiete tu existencia,
y puede que en ese mismo instante,
en un lugar distinto,
Adrián esté haciendo lo mismo
o algo que se le parezca.
En comparación al universo
soy como esa hoja que mueve el viento,
como esa hormiga,
soy casualidad,
una enorme casualidad
dado todos los acontecimientos
que han tenido que producirse
para que esté aquí
poniéndole filtro
a la arena que derrama el reloj.
Soy ese sordo estallido
que lucha por salir
de mis entrañas,
cuando quede silenciado al fin,
nada habrá cambiado
y el mundo seguirá estando al margen. . .
Escucho las gotas de lluvia caer sobre el tejado,
en definitiva,
es impresionante.