El Charco de la Vida - cuento-

Era un charco pequeño, su agua fangosa y antigua, su fetidez la puerta que cerraba paso a toda ave sedienta, lo que en él nadara se nutriría de impureza, las hojas de los árboles próximos, que osaban nadar en él, yacían muertas en su lecho, amarronadas por la putrefacción que destilaba ese charco amargo de negras aguas, su fondo era más negro que cualquier otro charco, en sus bordes ni siquiera el verde moho podría pernoctar, su aroma inundaba el airee asegurando que “esa”, era la zona del sucio charco. Como vecino, un Sauce, en la forma en que se recostaba hacia un lado demostraba el cansancio de vivir tantos años , aún así, sus ramas eran de un verde intenso que no parecía palidecer con el paso del tiempo, sus largos brazos parecían querer bendecir las negras aguas, aunque intentó, nunca pudo tocar el charco, y lloró por ello, largamente, copiosamente, sus lágrimas eran absorbidas por la negrura del charco y aún así, nunca aclaró su barroso color.
Los pájaros no intentaban tomar de él, aquel que perdió unas plumas en sus aguas impuras se volvieron descoloridas y no lograban reflejarse en él, por lo que el charco era evitado por las aves.
Un tanque abandonado y herrumbrado por los años de soledad, completaba el paisaje, era tan largo que nunca había permitido que el sol conociera las riberas del charco, incluso creo que ni siquiera la Luna, estando en su máximo esplendor podía reflejarse en sus aguas, que aunque oscuras, no podían asomarse al paso del astro nocturno, el abrigo del tanque era su morada.
Quiso el destino que alguien levantara el viejo tanque a la hora que el Sol, acaricia la espalda de la noche, las estrellas estallaban en el negro cielo que abrigaba una velada fría, creo que el charco por primera vez pudo sentir la brisa helada de la noche en sus narices y aunque rechinaron sus aguas, no extrañó en absoluto, al oxidado vecino, estaba en un extraño trance, una extraña sensación.-
Por primera vez, pudo escuchar la música entonada por el Sauce, sus brazos al baile de los vientos, hacia sonar su ramaje en chiflidos intensos y la brisa de la noche, invitó a bailar las aguas del charco, acariciando su lomo y chasqueando su orilla.-
Con el alba, el primer rayo de sol cayó sobre el viejo Sauce y como de costumbre siguió su camino, esta vez no se encontró con el olvidado tanque sino que conoció al “negro charco”, sin más hundió su dorado rayo y el agua negra como el olvido se aclaró al instante, sin más el Sol, terminó de zambullirse en sus aguas que incesantemente cambiaba de color, el Sauce estupefacto, pudo ver como la sonrisa del charco delineaba su fondo donde parecía que las hojas que allí yacían tomaban vida nuevamente. Las plumas que los pájaros allí perdieron, contemplaban incrédulas la dorada cúpula que ahora las albergaba y al llegar el mediodía, los rayos eran tan intensos que hacía que las piedrillas que moraban en el fondo del charco, excavaran en la tierra buscando refugio. A la tarde, el Sauce parecía querer acostarse aún más hacia el charco de forma que sus ramas pudieran tocar sus aguas, y fue allí, en el fin de la tarde, que sus ramas finalmente lograron apenas tocar sus aguas, que parecían abrazarse con el Sauce, un pájaro miraba estupefacto, como se había transformado la fisonomía del charco durante todo el día, entre el último arrullo del Sauce que se quedó con unas gotas y la despedida del Sol, las últimas palabras del charco, subieron en aquel rayo de la tarde y en el suelo, solo quedó la cicatriz fangosa de su presencia.
El Sur sopló intenso y una nube blanca como la nieve y suave como un gran campo de algodón corrió alegremente por el rojizo cielo de la tarde,
.Para que los “oxidados tanques” salgan de nuestro camino (Gracias Gabriela).
©Ankh