Versos libres II

La calle convierte a uno en marioneta, un peón se deja mover por mano ajena como receta. A él le importa un bledo la partida de ajedrez, tan sólo es un ingenuo que ansia libertad y busca un mundo sincero que no carezca de credibilidad. Un par de cosas pendientes aquí y allá para luego proseguir con su camino de ingenuidad.
Que Dios te de el poder del que improvisa la risa, sin Visa ni prisa. Yo le pedí que te fuese a buscar el camión de la limpieza, que se llevase el oro y te dejase la riqueza.
Donde los besos fueron excesos, cargas amargas. Quiero que sepas que para mi no hay gloria en ese lugar de mi memoria.
Al chico inseguro enamorado del azar no le gustó que le tocase que le viniesen a cazar. Ponerle el guión sobre la mesa fue percatarle de un traje perdido de princesa.
El ateo sintió impotencia lisa cuando fue a misa. Siente afecto por el cura, exclavo y actor de una obra imprecisa.
El espectador que no pudo ser víctima de aquella obra teatral pasa página y se va. A él le gusta la verdad peregrinar, camino de esa religión extraña que se llama amar.
Nuestra cena no fue más que una compartida pena. Y aunque mi personalidad rota con el mundo, ante el cuaderno siempre soy el mismo chico moribundo.
Quédate con el guión para írselo a otro a enseñar. Yo, que soy como soy, me quedo con aquel paisaje del mar.