Era una tarde, no importa de qué mes. Era plomiza y fría, y nadie lo pudo ver. Caía la lluvia como lágrimas cerradas, empapando nuestros cuerpos que entre besos, se unían. Al oído susurramos las palabras que callamos, las palabras que guardamos para compartirlas ese día. Nos abrazamos sin pensar en si alguien nos miraba, entregados para amar lo que no nos amamos un día. Y entre el calor de nuestros cuerpos yo escuché susurrarme a la lluvia que aquella era la última vez que entre mis brazos la tendría. Y la amé como siempre la amaba… sintiendo en mis manos su piel sus besos ardiendo en mis besos, y su mirada muriendo en la mía. Y con mis manos -empapadas de lluvia- sus ojos yo los cerré; y con la comisura de sus labios, junto a unas gotas de lluvia, en mis labios, te amo. escribió por última vez.