La Isla de la Soledad

En el candor de mis promesas vanas,
sentí adorarte, sin medida alguna,
y bajo el brillo de la blanca luna,
en mí nacieron, ansiedad y ganas.
Con torpe anhelo, navegué en tus mares,
creyendo que cual loco, te adoraba;
fugaces esperanzas abrigaba,
cuando te mencionaba en mis cantares.
Ceñido por mi estúpida arrogancia,
encadené completa a mi razón,
llenando de locura al corazón,
sin divisar tragedia en la distancia.
Presagios por montones, vi en el cielo,
pero ignoré consejos y advertencias,
mal calculé mis torpes negligencias,
guiando hacia el naufragio mi recelo.
¡Qué caro fui a pagar mi desacierto!
Pues al llegar a tus ansiadas playas,
con balas me abrigaron tus murallas,
huyendo de tus costas, medio muerto.
Y aquel océano, grácil, complaciente,
que me jacté de navegar primero,
se fue tornando hostil, y un tanto fiero,
y zozobré en sus aguas finalmente.
Sus olas me llevaron a un destino,
desierto por completo, despoblado,
sin civilización, ¡tan alejado!
que hasta para encontrarlo, no hay camino.
Aquella isla sola, perturbante,
donde el silencio impera con justicia,
me dio la soledad, cual más propicia,
para mirar de nuevo, al sueño errante.
Al sueño que forjé con mis arrojos,
y que en mi descontrol, y mi lujuria,
lo perseguí, con celos y con furia,
para perderme luego en sus antojos.
Y entonces comprendí lo equivocado,
que sin remedio y sin cesar estuve,
mis ganas de reír, ya no detuve,
cuando entendí, que nunca te había amado.
¡Bendita soledad que me abrigaste,
mi gratitud sincera yo te ofrezco!
Pues sé que si mis males no padezco,
es gracias a que el alma despejaste.
Después de mucho tiempo, fui encontrado,
y de la isla, entonces me alejé,
confieso que jamás la olvidaré,
al grado de que a veces la he extrañado.
¿Y cuál fue su enseñanza más valiosa?
¿Qué cosas en mi pecho habrá dejado?
El hecho de mostrar, lo equivocado,
que estaba por tus ojos, niña hermosa. (2006)