EL DIOS ESCONDIDO

Encontré a un Dios pálido de terror,
Temblando de miedo dentro de mi nevera. Su verbo, que alguna vez fue primero. Fétido de pánico mortal
Se derramó en gemidos:
“Demonios erguidos en latitud norte
Han derramado hielos extintos
Ahogando en líquidas formas
Lo que ya no es y antes era.
Demonios erguidos en latitud norte
Envenenaron el sustento de las alas.
Ya no más la ternura del colibrí.
Ojos ausentes por tiempos que no han llegado
Llorarán en frustración
La ausencia de las mariposas.
Demonios erguidos en latitud norte
Derramaron sus dientes de avaricia
Sobre las tres cuartas partes de la vida absoluta
Y detuvieron para siempre
El celaje iridiscente
De los cuerpos laminados en metales de asombro.
¡Ay… si mi hijo vuelve
Ya no podrá multiplicarlos
Para saciar a los hambrientos!
Demonios erguidos en latitud norte
Destrozaron las esmeraldas vivientes
Corroyendo, matando, devorando
En la búsqueda insaciable
De sus diabólicos papeles verdes.
¡Ay… ahora más nunca
La agilidad deslumbrante del felino!
Los pétalos alucinantes.
Los perfumes en enigmas.
Las ambrosías danzantes
Aferradas a la semilla.
Demonios erguidos en latitud norte:
Hiroshima, Nagasaki ahora Afganistán y Babilonia,
La primogénita, mortalmente herida.”
¡Ayúdame!
Me suplicó el Dios:
“No los dejes ponerme sus garras encima.” José Luis García V
Octubre 2010