Ahora oigo al silencio llegar
en una fragata de barcos invisibles,
trae perfumes de los mares
y de las islas vírgenes
de allí donde sólo el aire se respira.
Es este un silencio trabajado,
que al igual
que las buenas cepas de uvas
dan cosechas muy aprovechables
con que demostrar su valía.
Silencio el mío
que se dice del alma
y que rugue en su ternura
por saberse airoso
y merededor de algún tipo de aventura.
Tristes silencios los que aqui cohabitan
rondando las horas nocturnas,
comiendo bocados de soles,
refugiándose bajo el resplandor de la luna.
Si los llamo con una cierta dulzura,
ellos mis silencios se acercan
entre prisas,
con gran inocencia y soltura,
y si les grito se van a la busqueda
de abrazos más tiernos
en los que sentirse dignos
de quienes en ellos confian.