Aún todavía mi alcoba conserva,
la huella clara del paso tan suave,
su exquisitez se dormía con gozo,
como en un sueño de seda que envuelve.
Y las paredes con flores de estampa,
mantienen fresco su aroma a violetas,
que se diluye en mi cuarto que espera,
y en la distancia parece alcanzarme.
Desde el espejo que aguarda tranquilo,
un apagado suspiro se siente,
como en su pecho tan tierno y tan dulce,
y me parece que está de regreso.
Es en la hiedra de verde sombreado,
donde detiene la brisa su paso,
entonces oigo un sonido muy tenue,
revoloteando a través de las hojas.
Está en mi pieza su nombre presente,
fue pronunciado por todas las cosas,
pero sin voz, como a un ser tan amado,
casi con labios sellados que llaman.
Lupercio de Providencia