Sentir tu mano en la mía
al final de este camino
significa, para mí,
tener certeza absoluta
que no equivoqué la ruta
al elegir, años atrás,
compartir nuestro destino.
Tener tu mano en la mía
y sentir su suave tacto,
su cálida comunión,
es sentir que estoy en casa
aún estando en otro lado;
pues eres, ángel amado,
quien le ha dado el punto exacto
a mi lejana decisión
de aceptar tu corazón
en aquella vez primera
en que elegí por compañera
a mi más bella ilusión.
Sentir tu mano en la mía
me da tal paz y confianza,
tanta dicha y tal sosiego,
que sólo a mi Dios le ruego
me conserve, en lontananza,
tu amor y tu compañía,
pues eres tú mi armonía
y mi perfecto complemento.
Tener unidas las manos,
permanecer junto a tí,
después de una vida entera
desde aquella primavera
en la que te conocí
hasta este bendito invierno
es el tierno testimonio
de que han sido nuestras vidas
el más fértil manantial
de experiencias compartidas;
nuestras dos almas fundidas
en este amor celestial.-
Eduardo Ritter Bonilla.