EL HOMBRE DE ARENA

ESTE ESCRITO QUE QUIERO PUBLICAR LO ESCRIBÍ LUEGO DE LA LECTURA DE UN  CUENTO LLAMADO "EL HOMBRE DE ARENA" DE HOFFMAN. FUE UN TRABAJO QUE HICE CON M OTIVO DE UN TALLER LITERARIO AL QUE ASISTÍ EN LOS AÑOS 2022 Y 2023. CONSIDERO QUE SOLAMENTE PUEDE SER ENTENDIDO SI SE HA LEÍDO EL CUENTO DE HOFFMAN.

Y es así como me acusan de ser 

el ominoso hombre que arroja 

arena en los ojos de los niños, 

hasta hacerlos sangrar,

hasta que salten de su órbitas y los llevo. 

según cuentan,

a un nido en la luna,

como alimento para mis hijos.

Entonces soy el monstruo satánico

que el estudiante confunde con Coppelius,

al que culpa de la muerte de su padre.

¿Acaso toda mi vida es un maldito designio

condenado al mal?

¿Quién forjó mi destino de hombre de arena?

¿Quién me engendró para arrojarme

incauto a esta condición innoble y alienante?

Nathanael enloqueció, mas no fue mi culpa.

Juro que no era yo el que subía las escaleras 

con escalofriantes y terroríficos pasos,

juro que no era yo quien me acercaba

a arrojarle arena en los ojos a los niñós

para que durmieran.

injurias, maleficios, inventos del pueblo,

mentiras de la criada.

Siglos de leyendas y de tradiciones.

¿POR qué iba yo a cargar con tanto mal,

con tanta desolación?

¿Por qué tuve que quedar aprisionado

en esta maldición por los siglos de los siglos,

en esta ignominiosa cárcel de dolor?

Aunque el mundo gire millones y millones

de veces su oscura esfera, 

yo quedo plasmado

en este espanto perverso que asusta.

¿A nadie conmueve mi calvario?

¿Por qué hacerme cargo

de la afiebrada mente del estudiante?

Ojos, ojos, binoculares, ojos

de OLIMPIA, ojos, ojos.

¿Y yo, condenado por unos ojos!

Cuando Olimpia es desgarrada,

tironeada con fuerza, 

se desarma su cuerpo de madera 

y saltan de sus cuencos 

sus ojos de cerámica,

Hasta ayer, sus apacibles y adorados ojos

que expresaban los que no sus palabras

ya que a la bella muñeca

no le fue concedido ese don.

Juro que no tuve nada que ver 

con ese desquicio.

Miedo, tengo miedo de que me destruyan

cargándome toda esa

crueldad y esa culpa.

El atormentado estudiante 

está prisionero de su mente tortuosa, 

divagando entre realidad y fantasía.

Enamorado de la autómata

piensa, en sus alucinaciones,

que soy yo el perverso que lo persigue.

Mas no soy yo, es el maligno,

sarcástico y burlón Coppelius,

con su risa demoníaca,

personificación del mal.

Ya dijo su madre

que no es verdad lo de los ojos,

tan sólo una leyenda para asustar niños,

una terrorífica y tenebrosa leyenda, 

una visión de lo oscuro que nos hunde

en lo ominoso y lo siniestro,

una imagen horrible, espeluznante

que altera la tranquilidad de los días 

y que lleva al desvarío.

Ojos, ojos de los niños, ojos de Clara, 

transparentes y dulces, 

ojos del diabólico Coppelius,

destellantes y verdes como los de los gatos,

fifuras humanas, pero sin ojos,

cuencos vacíos negros y profundos,

falsos ojos de Olimpia,

ojos de las gafas del óptico Copello,

que brillan sobre la mesa con terrible resplandor 

y aterrorizan a Nathanael.

Ojos, ojos de cerámica, ojos, 

locura y muerte.

Y yo, hombre de arena, 

escalofriante leyenda, 

pervivo en la noche de los tiempos

mientras el ser humano alimente 

mitos y creencias de terror.

Apaicibles días que se transfiguran

en fantasmasgorías espectrales.

Desvarío, locura y muerte.

NADIA ESTELANIZ

Escrito luego de leer y analizar "El hombre de arena" de Hoffman, cuento pionero del relato fantástico que se basa en una leyenda popular de un monstruo que arrojaba arena en los ojos de los niños para que durmieran. Estos recuerdos y otros sucesos de su infancia trastornan al estudiante Nathanael.

Freud escribió el ensayo LO OMINOSO luego de leer este cuento.

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