En los arrabales de los suburbios de la gran ciudad,
suspiran las musas que curan con dulzura el olvido,
tragando lágrimas, confesoras de corazones partidos,
son las musas preferidas, de aquellos que no encuentran el camino…
Bajo la luna menguante, el amanecer se divisa ante mis ojos,
mientras la lluvia azota en el cristal, el día empieza a respirar.
A solas con la silueta de mi sombra, pregunto con resignación:
¿Hoy tampoco vendrá su amor buscando mi alma?.
La palabra que escuchamos es la esencia de nuestras súplicas,
llena de ternura, serena, inspira paz y confianza,
libre como las olas que azotan la bahía al amanecer,
la palabra que escuchamos es el refugio más querido de nuestra alma…
Sólo pretendo amar la realidad de mis sueños,
mientras, sigo buscando esos besos marchitos
que nunca me diste, con ese sabor que siempre soñé,
dulce como la miel, salados como el agua de mar.
J.M.P.Poeta 17-09-2009