Entreabiertos y húmedos mis labios,
a la espera de tus fogosos besos,
por aceptar así, tus desagravios
despertando mi arrebol, mi embelezo.
Todo mi cuerpo se cubrió de sudor
y comenzó mi sangre a fluir inquieta,
mientras tu férreo instinto adulador,
se apoderó de toda mi silueta .
No pronunció tu boca las palabras
de perdón, como habías programado,
sólo te deleitabas con mi hallazgo,
lo hacías, de forma casi macabra,
era tanto el ardor acumulado,
que me llegaste a amar, hasta el hartazgo
® Susana Valenzuela
21-09-09