Mi dulce niño..

Hoy despierto con los labios
inundados de guerra y reclamo,
pero no de esos que solían
invadirme los años,
era el reclamo mezclado con ruego
que desde hace unos meses
se me ha engarzado.
Me renuevas,
me levantas,
comienzo mi rutina sabiendo
que a mi lado marchas con tu poder en manifiesto.
No sin antes advertirte…
Ven a mi lado…
Si hoy no me hablas moriré
al caminar en el primer intento.
De mañana siento tus manos,
me abrazan sin ninguna razón,
tus besos me muestran
que soy tu amada,
aquella que tantas veces
te dio la espalda, te negó.
No obstante,
al llegar la tarde me siento frente
a esa calurosa brisa.
Pregunto: ¿Dónde estas mi dulce amor?
Ven siéntate junto a mi.
Dime ¿Qué hago para complacer tu corazón?
Y te escucho entre esos desconocidos,
ante su tertulia vespertina,
que les hace agotar el tiempo perdido..
De pronto escucho:
“Él solo quiere que le crean,
que con el último suspiro aún le sigan”
Me quedo perpleja, sin nada que decir,
y solo me recuerdas:
“¿No te he dicho que me escondo
y me les muestro a aquellos que realmente me miran?”
Y reposo…Si…
Pero sabes que necesito más.
Y sales a mi encuentro,
ocultándote detrás de ese singular disfraz
utilizando ese común niño,
a quien por primera vez veo,
y sin embargo pasa esa tarde conmigo.
Haciéndome recordar al amor de mis años.
Haciéndome recordar a mi poeta amado.
Me asombra verlo tan valioso,
Tan nutrido,
Tan niño.
Y entre juegos y golosinas
decide pasar toda la tarde conmigo
hablándome de lo mucho que ha leído…
De sus sueños imposibles, algunos perdidos,
de querer ser paleontólogo,
aunque suene a simple locura de niño.
Me habla de su afición por lo mágico,
de no querer haber nacido con ese don divino.
Y allí él y yo nos sentimos comprendidos
Él contándome lo que a veces teme,
lo que significa compartir aquello que tiene
entre aquellos que deberían motivarle y reconocerle.
Y allí, mientras más habla, a mi corazón estremece,
hace brotar mis disimuladas lágrimas
hace transformar mis mejillas de paliduchas a sonrojadas
al volver a enamorarme de ti
reconociendo que es producto de mi oración silente, de este mar de agua salada.