Nació el amor de nuestros pechos,
en un pedazo del espacio,
en un rincón del universo;
nació de nuestras bocas:
beso a beso...
Nació
de la piedra,
de la tierra feraz,
del fuego de nuestros dedos
y ya desde antes de que nosotros existieramos
el amor ya existía
y sin embargo
de nosotros nació
como el hombre del vientre
y se expandió
en todo nuestro cuerpo,
en todo nuestro andar y en nuetras vidas.
Es el amor infinito,
fundamento de nuestro barro,
de nuestra arena,
de nuestros muslos incandescentes,
de nuestro tiempo acuñado en momentos
imborrables, de nuestras vidas cotidianas,
el amor
de todos los tiempos
y siglos y años
pululando en nuestra piel efervescente,
en nuestras miradas
fogosas
y a veces monótonas,
el amor
que nació
en nuestros corazones,
nació radiante como un plenilunio de octubre,
como una ola eterna
en un mar eterno,
como la corriente infinita
de un río infinito de nuestra sangre.