El poema de la oracion

Día a día mi oración se abre como una flor.
Al llegar la noche, la flor de mi oración
cierra sus pétalos cual si fuera un botón
de rosa. Esconde su belleza y su fragancia
y pareciera morir.
Mas, la flor de mi oración aguarda el amanecer
de la resurrección.
Por las noches, mi oración es oruga y con la
aurora se transforma en mariposa de luz.
Vuela mi oración a diario por los cuatro puntos
cardinales, con sueños de infinito.
Por las noches mi oración es luna llena.
Al paso de la alborada se convierte poco a poco
en un sol en su cenit. Es como fruta madura
de temporada, mi oración.
De noche, mi oración es apenas una nubecilla;
pero al clarear el alba se transforma en lluvia
que anega todo mi espacio.
En la oscuridad de mi fe, mi oración es un mar proceloso; pero pronto se restablece hasta semejar
la quietud de un lago.
Si el sol no se ocultara ¿Acaso podría vislumbrar las estrellas?
Cada latido de mi corazón es oración.
Cada suspiro, cada pulsación...
Cada paso que doy en el peregrinar de mi vida a
través de un itinerario y destino inciertos, es
oración.
Cada acontecimiento, cada vivencia, cada una de mis experiencias cotidianas, son oración.
Es como un grito lastimero de mi alma que añora
lo absoluto.
Mi oración es la búsqueda constante de un amor sin límites.
Ella sustenta mi espíritu.
Ella apacigua la sed de mi alma.
Refresca los ardores de mis indómitas pasiones.
De noche, mi oración es un bebé gestándose en el
vientre del Universo. De día es todo un hombre
en el corazón del mismo Dios.
Mi oración es joven y es vieja.
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Quiero correr el riesgo, sea cual fuere, que me deja el ser un hombre de oración.
Quiero orar en el silencio y en el bullicio.
Quiero orar en mi quietud y en mi desesperación.
Quiero orar en un instante que sea como una eternidad y en una eternidad que sea como un instante.
Quiero cubrir mi desnudez portando el traje de
un hombre de oración.
¿Cómo transformar mis lágrimas en oración?
Si es una llama mi oración ¿cómo haré para mantenerla siempre encendida?
Con ella habré de incendiar al mundo.
Quiero que el mundo todo arda como una hoguera inmensa con la llama de mi oración.
Mi oración es comunicación con el Dios que habita en lo más alto y que me enseña a comunicarme con los hombres y mujeres, que son mis hermanos y compañeros de viaje.
Es mi oración cantimplora con agua de manantial, en los labios de un sediento.
Es oasis en el desierto.
Vale la pena orar cuando hay tantos interrogantes,
tantas dudas, tantas dificultades.
Vale la pena estar ciertos de que la oración es luz en medio de tantas sombras.
Mi oración, de noche, es pregunta angustiosa.
Al amanecer, mi oración es respuesta satisfactoria y tranquilizante.
Mi oración es diálogo con un Dios que siempre escucha.
Si no me fatigo de orar, puede ser que perciba la respuesta del Dios Amor, del Dios del Amor.
A través de la oración caigo en la cuenta e mi pequeñez y valoro los alcances de mi necesidad.
También la oración da cuenta de mi grandeza.
Soy feliz cuando oro.
Soy grande cuando oro.
La oración me eterniza.
Dejar de orar es alejamiento de Dios.
La oración me introduce en la esencia misma de Dios, porque la oración también es amor y...Dios es Amor.
Es la oración la ciencia de las ciencias.
Por ella se restablecen mis energías.
Al mundo entero torna la paz con el poder de la oración.
Es la oración la razón de mi existencia. Nací para ayudar a Dios a conservar su creación por medio de mi oración.
La oración es mi pasión, mi anhelo, mi inquietud fundamental, lo más urgente de mi alma.
¡Cómo quisiera aprender a orar como María!
¡Cómo quisiera poder orar como Jesús y unirme a El en su oración!
Quisiera saber pedir lo que El pide cuando ora.
Quiero orar 24 horas al día.
Quiero orar 365 días al año.
Sesenta minutos cada hora y sesenta segundos cada minuto.
Quiero orar siempre y permanecer orando aún después de mi muerte.
Los astros del cielo oran en el fulgor de su brillo.
Oran las plantas en cada semilla y en cada fruto.
En cada hoja que se desprende de su rama.
Oran también los peces del mar y los reptiles de la tierra.
Las avecillas con sus alegres trinos profieren su oración alegre, variopinta y polifónica.
Huracanes y tornados oran e invaden al mundo de oración.
Mi oración sea como un volcán en erupción.
Quiero unirme a la oración de todos los seres creados, visibles e invisibles, los que puedo ver y los que no alcanzo a descubrir.
Sea mi oración como un arco-iris en medio de la tormenta.
Mi oración es alabanza y gratitud al Dios de bondad y de todo consuelo.
Canto y bendigo al Dios del Amor y de la misericordia.
Cumpliendo su destino, cada ser eleva su propia plegaria al Creador, pues se vive para orar y se ora para vivir.
Amando al que sufre, al enfermo, al necesitado, hago mi oración.
Mi amor es oración y mi oración es amor y Dios es Amor.
Mi oración hace presente su Amor.
"Bendigo al señor en todo momento....su alabanza está siempre en mi boca..."
"No he de morir. Viviré para cantar eternamente las maravillas de mi Dios y Señor..."
En tiempos de salud y de enfermedad, mi oración va con el Señor.
Mi oración está llena de confianza, porque mi Dios no defrauda ni engaña. Mi Dios es auténtico.
Mi oración sostiene la armonía del universo y mi equilibrio interior.
Al Orfeón de los Querubes deseo unir mi oración. Con ellos quiero exclamar para siempre: "Santo, Santo, Santo es el Señor".
El Dios de mis mayores es un Dios bondadoso.
Mi oración es un vigía que otea desde su atalaya y resguarda los atrios de mi Señor.
Hago mi oración por mis amigos y por mis enemigos.
Oro por mi madre y por mi padre, por mis hermanos y hermanas. Me uno a su oración. Es catarata de agua freca, limpia y nueva que renueva los cauces de los ríos, mi oración.
Mi alma no sabe cómo ni cuándo comenzó a orar; pero mi alma sabe que, mi oración, una vez activada, no cesará ya nunca.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC