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ANGUSTIA
Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero
Al poeta Víctor Raúl Rojas Peña
Un hombre enciende la antorcha
y corre por la potrea ciudad,
casi una luz,
casi un hombre.
Una gran sombra lo persigue
a horcajadas por las esquinas.
Sudoroso pasa raudo,
frente a las escalinatas,
del gran templo.
La antorcha crepita contra el viento.
Las sombras lo ven pasar
diminuto y prosaico.
Abunda en ruegos.
En su estampida
deshoja interrogantes.
En el aire un pregón,
En la frente una pena.
La ciudad de las cúpulas enhiestas
reverberea en plegarias.
Hombres cansados de llevar cadenas,
miran con ojos ausentes.
Lasmujeres
palidecen;
sobre el temblor de sus labios
se posa una flor.
Un frenesí de abrazos
borda la ciudad sobre un abismo de silencios.
El amanecer sorprende a este hombre,
con los brazos en cruz,
sobre las cúpulas del gran templo.
Un rumor de aguas
apacienta las aguas del silencio.
una estrella porfía desde el cielo.
Sobre el agreste horizonte
un hombre baña su rostro
en el mar de sus lágrimas.
De magnífico histrión,
pasó a formular sus angustias
en la dermis de la noche.
Su desesperado grito tronó a lo lejos.
Las rocas le devolvieron
un largo lamento.
Toda la noche,
suscitó la furia del viento,
contra los ventanales.
No pudo encontrar sus pasos
en los charcos de las calles.
Con frenesí golpea, una y otra vez
las aldabas del gran templo.
Nada…solo el eco
martillea su cabeza.
En su rostro dionisiaco
se dibuja el espanto de la ausencia.
Ausente de sí mismo,
de sus hondas pasiones.
de sus hondos pesares.
de su risa perdida
en los quicios de las puertas
de esta noche
cincelada en flecos de dolor.
Su rostro prisionero;
atado a mortales sufrimientos,
sonrió un instante
para decir: hasta siempre padre mío.
La ciudad amurallada
empezó este largo lamento
sin regreso posible
en la triste fragancia
de la ausencia.
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