Jamás causara asombro,
obra hecha por sometimiento,
porque en cada fantasía aparente,
habrá resto del dolor,
por opresión déspota exagerada,
que mengua el valor.
En la ignorancia dilucida,
rubrica y, al fin el escarmiento.
En cambio la naturaleza impone
su majestuosidad armoniosa,
la maravilla se puede observar
y redime el tiempo en sus pasos,
se encarna en este mundo mágico
expectante sin retraso,
desde la aparente insignificancia
hasta recaba la más monstruosa.
Adentrándose entre las marañas,
también es espectro sagaz indeleble,
fascinante éxtasis primitivo delirante
e incomparable riqueza,
a merced de las manos lo primordial
y como una tendida mesa.
Mies salvajes, frutas silvestres,
limpios arroyos que corre apacibles,
bajo los frondosos árboles antaño,
cono señoreándose en el lugar.
¿Acaso Este es el paraíso terreno,
donde eternamente he de quedar…?
El señor de los fierros
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