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Categoría: Prosa Poética

El rey triste y su princesa

EL REY TRISTE Y SU PRINCESA
“Esta es la historia de una princesa oriental que vivió encerrada durante mucho tiempo en una torre tan alta que parecía poder alcanzar el cielo. Sus sueños, ilusiones y fantasías se confundían con las nubes que rodeaban a dicha torre, dándole un halo de melancolía que armonizaba con el alma solitaria y atormentada de ésta noble princesa. Ella pasaba el tiempo enclaustrada añorando a un viejo Rey perdido en una batalla. Quien, con la magia de sus años, había robado sus sueños y llevado su corazón. Nuestra princesa no podía hacer otra cosa que pensar en él, en sus palabras, sus caricias, su aliento quemando la inocencia de su cuerpo y en sus labios que le hablaban de un reino de felicidad que jamás ella conoció. Así que por propia decisión, aquella princesa que todos creían feliz, escondía su soledad refugiada en una torre, la cual nunca pudo brindar el sosiego que esta princesa necesitaba para poder empezar una vez más. Pasaba horas y horas tocando un arpa de oro mirando hacia el jardín por una ventana muy pequeña, pero que le daba la oportunidad de hurgar en el mundo, tal vez con la ilusión de sentirse viva una vez más.
Adoraba las flores, los hermosos y fuertes árboles que rodeaban su refugio. Podía hablar con los duendecillos y gnomos que jugueteaban en las noches por todos lados. Las mañanas le parecían lindas, ya que pajaritos se posaban en las ventanas y alegraban su soledad con sus cantos. Si la suerte la acompañaba, podía revolotear de vez en cuando una linda mariposa entre sus cabellos.
Cuentan que en las raras ocasiones que salía de la torre, antes refugio y hoy presidio, buscaba la sombra del árbol más grande y hermoso que jamás habían visto sus ojos y se tendía bajo su sombra. Se decía que ese árbol fue un noble guerrero con la sensibilidad de un poeta, que habiendo llevado una vida consagrada a cultivar los más hermosos valores fue convertido en un bello árbol para así brindar refugio a todo aquel que se cobijara en él.
La torre estaba adornada de hermosas gemas y pequeñas figurillas con ojitos de cristal. Pensaba que eso reemplazaba su soledad, ya que estos testigos mudos de un mundo inventado por ella, nunca la podrían abandonar. Pero era inútil la ausencia de aquel rey se hacía cada vez más honda llevando a nuestra princesa a la desesperación. Después de todo, los pajaritos, en invierno, no iban a las ventanas y los duendes sólo juguetean de vez en cuando a su alrededor. Sólo Bissat, su fiel duendecillo, estaba siempre a su lado. Atento a sus tristezas y a sus eventuales alegrías. Pero la princesa solo lo veía, no lo miraba. No hay palabras más parecidas y más confusas que estas dos, porque los duendes verdes por lo general no se dejan ver.
Bissat no tenía ropa, caminaba sin pudor desnudo por el bosque, corría siempre de un lado a otro, pero siempre detrás de su princesa, balbuceaba un idioma extraño, era muy travieso y juguetón. Le encantaban los animales del bosque con los que solía conversar .Pero este duende tan tierno era así solo con su princesa, se sabia que no todos eran así algunos podían jugar con los humanos pero también comérselos.
Un día la solitaria princesa decidió bajar de su refugio y escuchó decir que llegaría un Rey de un país muy lejano. De este gran Señor sólo se contaban hermosas historias. Cuando él hablaba decían que el mundo parecía detenerse En su soledad imaginó muchas cosas que sólo ella podía entender.
Llegado el gran día la princesa alborotada se presentó ante él. Una mágica e inexplicable emoción lleno su cuerpo y su mente. Él era grande, fuerte, perseverante, siempre seguro y todos sin excepción quedaron impresionados. Unos lo miraban con admiración y otros con envidia. Ella sólo lo contemplaba, era todo lo que se había imaginado y más. Le encantaba escuchar su voz la cual lograba transportarla a dimensiones insospechables y durante muchos días se apresuraba para poder verlo. Un día el rey cansado se sentó en una banca del jardín, no en su trono, y la princesa se acercó sólo para que él notara que ella existía.
Es extraño, pensó ella, un poderoso rey sentado en la humedad de un jardín, de mi jardín. Qué hermosa muestra de humildad. Y de pronto una idea la asaltó “este poderoso Rey quizá podría devolverme mi corazón”, pero lo veía tan ocupado con sus problemas que sería doloroso volver a sentir junto a él y que se marchara algún día........
Después de varios días él partió y ella regresó a la torre. Volvió a su soledad, pero esta vez con la certidumbre de que podría recobrar su cautivo corazón. Pensaba siempre en su dulce Rey lejano, pero llegó el día en que un emisario de éste llevó un mensaje a la princesa. Ella se sintió tan feliz que contestó con una pasión insospechada que no podía ni quería ocultar.
Así fue que ese gran rey y la bella princesa concertaron una cita de amor en el jardín. Apasionados, descubrieron sus carnes, recorrieron territorios antes nunca estimulados. Se devoraron hasta los huesos. No habían testigos sólo se escuchó el canto de los grillos y el susurro de Heolo dios de los vientos contra el follaje de los árboles que ocultaban la escena.
La princesa había recuperado el corazón. El Rey tuvo esa misma noche que partir sin que ella lo supiera. Grande fue su tristeza cuando acudió a la noche siguiente y no encontrar a su amado Rey. Noche tras noche bajaba de su torre y lo buscaba por todo el jardín, sólo escuchaba el rumor del viento y veía con tristeza que él seguía ausente. Y así pasó muchos días y noches contemplando aquel jardín en el que volviera a sentirse viva, donde recobrara la esperanza; siempre atenta a divisar en la lejanía, la figura de su Rey salvador.
Nuevamente, sólo Bissat estaba a su lado. Pero aquella princesa, tal vez egoísta sin darse cuenta, empezó a sentirse bien con él y de pronto sin proponérselo fue refugiándose en él.
Escribió muchos mensajes que parecían nunca llegar a destino. Mientras que ella se preguntaba si su Rey no la amaría nunca más.
Una noche de especial soledad se sintió presa de la angustia, inquieta y pidió al Señor de la Noche que convirtiese a Bissat, su fiel duendecillo, en hombre. Su deseo se cumplió, Bissat ya no era pequeñito, ni verde, perdió sus garras y sus dientes amarillos y éste se convirtió en un hombre cariñoso, juguetón, paciente, amoroso. Él le daba felicidad que ansiaba. Había días en los que Bissat le regalaba flores, almendras, nueces, pasteles dulces y si no los tenía tocaba lindas melodías con su flauta, para que los pajaritos enredaran los cabellos de su princesa, otras veces invocaba a las mariposas para que éstas acariciaran las mejillas húmedas de su amada. El tenía la apariencia de hombre pero, conservaba su naturaleza de duende y con ella sus poderes.
La princesa disfrutaba de esa unión pero Bissat era tan distinto a su dulce Rey... Su confusión fue grande, pero a pesar de todo ella se sintió viva y, por qué no, también feliz.
Cuando menos lo esperaba llegó otro mensajero del Rey, se concertó otra cita y se volvieron a amar.
Él le explicó que se había tenido que marchar por cuestiones importantes del reino que requerían su atención. Ella sólo lo miró y lo abrazó lo más fuerte que pudo. No le contó del duendecillo Bissat convertido en hombre para no perderlos, pues sabía que no existe un rey que consintiese compartir su tesoro más preciado, ni plebeyo capaz de soportar la idea de saber a su amada en otros brazos; así que nuestra bella princesa calló y el silencio se fue haciendo tortura. ¿Cómo decirle lo que sucedía a aquel rey que solo sabía de triunfos?
Su mente se convirtió en un hervidero. Y la vida mostraba así una vez más su rostro de ironía, pues la princesa que veía su vida pasar en la más infinita soledad, ahora tenía dos amores, aunque distintos y, aun más, opuestos, pero amores al fin. No podía pedir consejo a nadie. Solo amarlos y callar.
El gentil Rey la invita a su palacio pero ella no podía dejar al duendecillo que tanto bien le había hecho y al cual ya amaba. Pero cómo decidir ante tamaña encrucijada sin perderlos. La cobarde princesa no supo qué hacer.
El noble y solitario Rey volvió a partir, tenía nuevas luchas que afrontar, nuevos reinos que conquistar. Así que esa siempre sería su historia, partir. Ella se conformaba con saber que él la recordaba cuando su tiempo se lo permitía.
Los días pasaron, llegó otro mensaje, su noble Señor regresa pero, esta vez ya no se verían en el jardín. Él debía estar rodeado de sus caballeros y damas de la corte, ella lo espero con impaciencia y se comportó a la altura de las circunstancias, pero con los ojos le decía lo mucho que lo deseaba y él pareció entenderla.
Llegada la noche ambos corrieron al jardín pero ella no podía ocultarle la verdad, así que la princesa reveló su secreto. Las lágrimas rodaron por sus mejillas y su corazón se sentía desfallecer. Ella no supo esperarlo y podía volverlo a perder. El noble Rey le deseaba tanto que aceptó volver a amarla con loca pasión, pasión que pensó insana porque lo llevaba a la locura y al tormento, pero que lo hacia sentir vivo y no se resistió .Se dirigió hacia ella y la cubrió como un manto.
Cuando ambos se unían se desbordaban sus ríos, el cielo apagaba sus estrellas, rayos y truenos se dejaban sentir con tal fuerza que todo a su alrededor se encendía. Las montañas se empequeñecían ante la miel que de ellos brotaba y que la tierra sedienta bebía. Sus cuerpos se volvían juntos un solo fuego que los consumía. Se amaron entre las sombras, sin embargo, ella sólo pensaba en que él partiría nuevamente, como siempre, pero recreándola a cada instante en su excepcional mente.
Pero a pesar del tormento la princesa pensó que no quería perderlo. Dicen que el inteligente Rey tomó la decisión con el corazón y no con la razón. Ahora ambos sólo esperan que caiga la noche para correr al jardín...
JEM WONG
2004
Datos del Poema
  • Código: 206703
  • Fecha: 29 de Agosto de 2004
  • Categoría: Prosa Poética
  • Media: 10
  • Votos: 19
  • Envios: 4
  • Lecturas: 2,299
Datos del Autor
Nombre: FANNY JEM WONG M
País: PeruSexo: Femenino
Fecha de alta: 15 de Abril de 2006
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