(nueva versión)
Te sigue siempre, sí, pero no siempre te obedece;
tu belleza es fiera salvaje que nunca te avisa,
pantera azabache, ¡tan ladina y oscura, María,
que su sola presencia todo mi ser estremece!
Hambrienta de presa, escapa de pronto de ti,
vanos son tus intentos de contener esta fuerza;
y vanos mis intentos de resistir esta prueba;
mientras veo cómo ella se abalanza sobre mí.
Sus garras me atrapan y me agitan con frenesí;
sus hondas fauces expelen su vehemente aliento;
su espesa negrura es lo único que por mi piel siento;
mientras veo cómo anhela mi sangre carmesí.
Saciada su ansia, tu fiera vuelve sumisa a ti
y contempláis la sangre de mi herida en su brotar. Palabras teñís de amor para mi amor consolar;
mientras veo cómo mi ser se tiñe ya sin ti.
Te sigue siempre, sí, pero no siempre te obedece;
tu belleza es esa fiera salvaje que nunca avisa,
pantera azabache, ¡tan ladina y oscura, María,
que su sola presencia todo mi ser estremece!