Solitario me despierto, ya nadie toca en mi puerta,
abro descuidado, la soledad más aún desconcierta.
Cada rincón de la casa es quietud, vacío y desolado.
En el cuadro tu retrato es presente, que me deja helado.
Reprocho a la imagen; me abandonaste tú también,
no encuentro en razón, ¿acaso no nos amábamos bien?
Mientras me reprocho; ¿cómo no te pude retener?
La angustia de ir a buscarte ya no puedo detener.
Una vez más me prohíbo yo mismo, de ir a buscarte,
no sé cómo obligar a mi mente, ya nunca recordarte.
El deseo de verte, cada vez es superior dentro de mí,
de perderte definitivamente aun siquiera asumí.
Si te busco otra vez, yo seré el que rompe el pacto,
que seguramente con desprecio reprocharas mi acto.
Sé que me iré, sin ti nada importa al fin y al cabo
de tu cuerpo, de tus besos siempre seré un pobre esclavo.
En cada noche he soñado con tus labios tantas veces,
tu respiración, el roce de tu boca, en sueño estremece.
Cómo detengo el furioso huracán que en mí se desata,
mi corazón no ha querido entender, ahora ya no me acata.
Tu fantasía mujer, en mí, furias ha desencadenado.
Te buscaré, no respetaré lo que juntos hemos acordados.
El ardiente deseo de tenerte me quema hasta los huesos,
instintivamente me llevará a ti, mi primitivo fiel sabueso.
Autor: Alcibíades Noceda Medina