El último destino

He leído mi vida, de aquel día.
De un pasado no llegado y ya viejo
Endulzado con miel de abejas
Acompañado con tortas de cazabe.
Me digo ahora, por preguntarme
Cuando tomé conciencia de ser viejo.
Que nunca he pensado en la edad,
Sólo al niño oír que cuando muere
Una persona, queda jabón del perro agradecido.
Es un dolor natural, que despierta
A las cinco de la mañana de cualquier viernes.
Un amanecer perfecto para no ser feliz.
Nunca hice nada distinto, sólo sustentar
La gramática para embellecer al beso.
Introducirme en la pensión del cuerpo
Ignorando la cantidad de vida que me va quedando.
Poco antes de aquel día; fuel el primer día
Que comencé a olvidarla,
Con un dolor distinto
Que iba cambiando de lugar y forma.
A veces parecía un zarpazo de la muerte,
Al siguiente se esfumaba.
Siempre vi su ático desde fuera,
Con la sonrisa de lástima
Que pudo llegar a parecerse
A los primeros huecos de memoria.
Ella se hace fuerte, ahora.
En el "pero" del silencio
Condena el brillo de un amor eterno
Al mismo río donde se ahogan los peces.
Y con mi cuerpo, que apenas sigue
Los cambios lentos del tiempo.
La edad, el lugar, se mueven descalzos
Mientras escribo en un temblor profundo.
No acepto ni un ochavo, el sustento de palabras
Que anidan vacías en su boca.
! Hay señor, si ella me hubiera amado
Con un quejido lúgubre
Estremeciendo mi cuerpo
En el cálculo de la pose,
En las distancias malditas¡
Alguna vez pensé, si eran ciertos,
Aquellos lagrimares empañados
A la vera de los labios.
Por la razón, por lo que fuera,
El día termina viudo de caricias,
De errores que nunca cambiaron la paz
De una relación extraña
De la cual no quiero participar.
Mis mil caras de penumbras,
Es cuanto me dio la vida.
Que empezaba durmiendo en tus sueños
Semana tras semana
Después de cada cena cercana.
Tuve la fortuna de no tenerte a mi lado
Cuando más tenias para encontrarme.
Porqué también conociste lo bueno
Y olvidaste que mi sufrimiento
Era hacerte feliz con un niño dentro.
No cometí más error que amarte
Y donarte mi vida
Que llevaba a cuestas con mis penas.
Pero tú, te amordazas en tu cuento chino,
Ese que dice ser sufrimiento,
Lo envuelves en los rayos de sol, bajo el humo,
De un cigarro melancólico,
Y te refugias en las faldas de la ansiedad;
Tan amiga de tu amistad.
Siempre me pareció que los días,
Eran aniversarios. Que en la lectura
La señales cambiarían "quizás" del destino,
Cómo lo mas sabio
Para un corazón llenado de espuma.
Si hasta me vestí de acuerdo
Con la aventura,
Me puse reloj de oro coronario
Y pobre el vino del cofre de los ahorros.
No hay ningún secreto bajo el cielo,
Donde pueda ir la realidad.
Pues mi camino es ansioso.
Una urgencia imprevista del vientre,
Me grita al corazón
! Corre, corre, hacia la voz que tiene piel,
Camina cerca de la soledad
Antes de alcanzar la última cuesta¡
Sólo el tiempo que anda despistado,
Que no consigue aproximarme al movimiento.
Soló me quedan vivos los ojos
Con su delito. Aún soy capaz de defenderme
Y aumentar el precio de mi palabra
En plata blanca y que paguen
Por adelantado.
Si te hiciera falta, las campanadas de la noche:
- No engañes a nadie, no, piensa que ha de durar
Lo que esperas más de lo que duró lo que vio-.
La niña sigue en sus sueños,
Le apague la radio, la luz y recé por ella:
-pues todo ha de pasar de tal manera
 Que si quieres abrir los párpados
 Me veras a tu lado. Eterno-.