La Soledad se enseñorea de la vida,
se siente un vacío en torno,
entre mudos testigos de hastío.
Aparecen los temores,
las angustias sin razones,
la vida sin afecto,
sin el abrazo dulce,
el día a día,la rutina,
la soledad que se apodera,
la depresión que paraliza.
Aferrarse a algo que de sentido
que entusiasme, que ayude
a repartir amor, salir del encierro,
y reparar las heridas, atravesar barreras,
acortar distancias,
rechazar el enojo por los abandonos vividos,
empezar a perdonar y perdonarnos.
Aceptar la paz de Dios,
contactarnos con nuestra paz interior.
El enojo nos impide,
el enojo nos rebela, el miedo nos envuelve.
La actitud cautelosa nos hace
invisibles para los demás.
Empezar a mirar alrededor es necesario,
acercarnos al polo de la vida,
aceptar el cambio natural.
Todo fluye y es devenir.
Llorar, reír, estar vivos,
qué más.
El espíritu reclama
palpitar al ritmo de la vida.
Nadia Estelaniz
Bellísima reflexión, el día que nos podamos unir en conciencia y que el idioma sea casi igual no porque imitemos, si no por que sintamos y leer algo aunque sea diferente quiera decir lo mismo, al haber aprendido desde los comienzos de la humanidad aunque no tengamos 13.000 años y comprobemos que solo al unirnos en pensamientos positivos tendrá sentido la vida, que el mundo entero disfrute, todo, que el amor se expanda y el aire se llene de él allí vendrá mi paz, la de muchos que en todo el mundo estamos creyendo que es posible, cuando la buena intención la belleza, la armonía estén entrelazadas entre todos los hermanos de esta tierra, gracias por la poesía, mi diez. María Verónica