IMPREGNADO

Qué impensada verdad la de querer retener con tus ojos el leve suspiro de una noche en madrugada; traspasar silencios y aquietar mil angustias con el tibio color de tu voz, casi adormecida; quedar a solas, yo mismo, con tus manos, cuando ellas se visten de piel en la inmensa tibieza de una tarde junto al sol. Qué repentina sensación la de esperar tu solo nombre en medio de tantas fantasías, como si él coronase de hartazgos la lenta soledad, que es en el tiempo, capricho insospechado de fechas idas. Qué inesperada realidad, saber la profunda zozobra que es cabalgar en tu mirada, recorriendo espacios infinitos, mordiendo sueños inmóviles; todo a un tiempo, uno solo, tu tiempo mejor.