Y perdimos...

Soliamos creer en los ideales tan lejanos
y atrevernos a soñar despiertos en el día
que a la pasión de buscar las caricias en las manos
se nos fue el olvido y sangraron las heridas.
Teníamos la fuerza de un ejército invencible
y la cualidad del líder llevando el mano austero
la locura de Morrison y el alma tan sensible
que caímos cuesta abajo cuando se acabaron los te quiero.
Concebíamos la lucha como el sino de las vidas
emparentadas en bellas y tiernas ilustraciones
y en el abrazo del ángel que a nuestro lado solía
gozar con nosotros aquellos viajes y frustraciones.
Eramos sin duda la felicidad tan repentina
que acababa de nacer en esa década incesante
de música y dolor que a los años aún no termina
de absorver que perdimos de nuestra juventud esos instantes.