INFINITUD. Sin descanso, camino tras camino emprendí la marcha. Con la daga del ansia en los pies, por calmar los llantos. Me acurrucaron las piedras sin nombres, las estrellas mis insomnios mecieron, y en la oscuridad más solemne surgió mi voz potente y ya sin frenos. No ceje el paso, por los recovecos fui dejando trozos de mí, doble en cada esquina sin mirar atrás y sin esperar vueltos. Maltrecha continué, con la irreverencia de los locos que conocen bien lo agrio de la cordura. De las frías noches, aprendí a conservar vivo el fuego. De la aspereza de las subidas, aprendí que los magullones no son caídas. Tanta alma errante sin siquiera sospecharlo, crucé. Y seguí vagando con rumbo cierto. Sin descanso, te amé hasta en el mismísimo infierno. Dante sonrió. Pero mi cielo, aprendí que las hojas viajan mejor con el viento. Y allí, al final del día, es dónde siempre te espero. Miriam Mancini, junio 2017.