en un rincón, casi olvidada,
permanecía mustia, Adormecida mi pluma
ignorando lo mucho
que también yo la extrañaba.
De mi mano sólo un roce,
Bastó para que despertara,
Y mudas, mil palabras,
pelearon cada una
por ser protagonista.
El amor, siempre vigente,
sintió todo el derecho
a primero ser tratado,
pero estaba la angustia,
el miedo, la fe, el llanto.
En un mismo primer plano,
junto a la felicidad
el dolor y hasta el desencanto.
El estro, algo ofendido,
creyó no ser considerado,
pero está allí, a la espera,
de inflamar mi alma de poeta. ® Susana Valenzuela 06-01-10