Me és igual que se apague el cirio,
en medio de ruinas o de rastrojos;
que se ahoge el cementario.
bajo un altar de herbajos verdosos.
Lo que quiero és que el oido,
cuando se muera, lo haga en paz:
Que si se me va la vida sea
al sonido de la batalla de Sau.
Después.
que me deseen buen viaje,
que me amortajen a poniente,
sobre corcéles del tiempo;
entre los brazos largos del viento,
y que cuando este sople airado,
y bajen el agua las rieras,
que me reboten en el cuerpo
por el rojo de las cimeras.
Que se me esparzan los trozos,
y se resequen los peñales;
que, más tarde, el polvo de los huesos,
bese la urna de los fondos.
Que los fondos cojan el beso;
que el agua me la paste con tierra;
que mi cuerpo, sin ser nada,
sea árbol, piedra y sierra.
Que las horas peregrinas,
cuenten el ruido del valle,
que las sonoras espinas,
se pudran con el tiempo ahí abajo.
Que me despeinen los años,
con caricias liberales;
y que por los tranquilos prados;
brillen flores eternales.
Que por Sau rueden los cielos,
jugando con nubes y estrellas;
que no se acaben las mieles
de los ruidosos cencerros.
que yo esté presente en la mente;
hecha presente o historia,
como una muerta amiga de los vientos,
que se haya ido al infierno o a la gloria,
que ignore quien sufra,
que yo estoy dentro ya calmada,
que lo acunen y le digan amigo,
desde la mas fresca cima despeñada;
para reposar del camino,
que el nada el labio susurra.
me lo dice, bien cerca de mí.
Que ignore quien va a la izquierda,
enmedio de ruinas y cirios
Que me he vuelto verde hierba,
en el altar de los lirios.
Que me condenen o absuelvan,
todos los sesos funestos,
que me encumbren o me cuelguen,
cuentos de jóvenes y viejas.
Mientras el hilo de mi oido,
cuando muera lo haga en paz;
que se me vaya la vida,
al sonido de la batalla de SAU.
.Carmina.
.12/5/88.