En la orilla de dos mundos

Troto de modo ausente
entre viñedos de dos mundos,
alterando el ecosistema de las palomas.
Recorro la carretera
con el ropaje de un delincuente
acechado por sus miedos,
venciendo al fuego
que convierte mis lágrimas en humo
y los sueños en vasos de vino.
En este lugar de inmortal Dios
siendo rey cuatrero
camino al malecón,
asesino de palabras y del rencor,
amigo del suicidio
consejero del perdón.
Camino sin camino
por este valle sin río
en este mundo sin cielo,
al parpadeo ciego
del intenso dolor.
Camino sin rumbo fijo
en contra sentido
de costado a la pared,
de costado a la ventana,
boca arriba sin techo
ni liceos que me muestren sus obras.
Camino sin ver mis huellas
en la arena
o en el infierno del asfalto,
solo, como una nube
que pide socorro
y se desvanece con su silueta
en medio de la nada;
Boca abajo mirando al purgatorio,
aunando en mi propio ahogo
que se retuerce ante el espejo
y silencia mi mirada
en un esbozo de aliento.
No soy amuleto de mi suerte
ni testigo de la rigurosa muerte,
ni ancestro que sepa recordar
las palabras viejas
prendidas en un diario.
Soy el agua de mi sed
que se inunda en su propio vomito
y convierte sus sueños
en una canción sin música.
Y me pregunto. ¿ y ahora qué?
Donde se ausenta la vida de la mano
y las dos caras de un mismo rostro
convirtiendo al otro
en una mascara de idiota
y a si mismo en un disfraz de escudo
que proporciona alivio
a lo desconocido.
Y si esto es el mundo
donde el color no importa
y los suaves grises ciñen
los vientos que viajan al edén.
Y si este mundo simultaneo
que abarca conocimiento
y amante cruel,
no fuera más que un solo ser
eclipsado por los rayos del poder
y anduviera tras la visera
insectos aplastados
por cruzarse en un solo instante
en el camino, contra sentido no dejándote ver
que el océano que siempre estuvo delante
era una bañera cubierta de agua
con mi cuerpo dentro
sin alma, sin vida.
Troto de modo ausente
entre viñedos de dos mundos,
alterando el ecosistema de las palomas.
Recorro la carretera
con el ropaje de un delincuente
acechado por sus miedos,
venciendo al fuego
que convierte mis lágrimas en humo
y los sueños en vasos de vino.