Soy un caminante solitario, profeso y aturdido,
síntomas distantes de la magia que me envolvía,
un merecedor de las palabras de algún olvido
el dramaturgo esencial, de alguna novela mía,
las venas que me perdieron, en tu sangre adormecida
el rigor del ocaso, las mocedades permanentes,
un coloquio de disciplina que pronto abandonaría
en cada pasadizo de mis verdades irreverentes,
el sabor amargo de algún que otro fracaso,
el merecedor de la vida que llevó en sus batallas
la sombra de aquel, que moría entre tus brazos
en cada amanecer, cual una rosa que calla,
soy un caminante, sin el rumbo envilecido,
una precusión en las estrellas de tu alma,
el pronto seductor de tus faldas y tus latidos
la pesado imagen de los años y sus calmas,
la revolución que no fue, mis manos ensangretadas,
un puñado de exilios, el verso a quemarropa,
las circunstancias que me dejaron en la nada...
la ansiedad de encontrarme con los besos de tu boca,
el fino interlocutor de una lágrima de la magdalena
rociado con efímeras pasiones del no creyente,
la voz, el ruiseñor, la lealtad, y en tus venas...
el latir del cuerpo en cada espacio de tu mente,
Soy un sueño perenne, el perdedor, el permanente
sabor que me ha dejado la noche en su talante,
soy los pasos en tus huellas tan silentes,
el cadáver de algún diablo, vestido de diamantes,
y en este sendero de oprobios e intelectos
casta de impurezas que la vida me ha traído,
te lo he dicho tantas veces...puede ser tan perfecto!
que mi piel te lo pide...aquello de morir contigo.