Se quedó mi esposo llorando
como si fuese mi adiós de muerte.
Muy culpable salí gozando
pues era un viaje de suerte.
Si mi amado me pide poemas
para él mi corazón me los dicta.
Qué bueno que él los reclama
y que es mi alma quien los grita.
Tú estás siempre en mi mente
no tienes que hacer ni prodigios
ni hazañas. Así como eres te admiro,
sencillo,así te amo profundamente.
Tus besos y caricias le dan alegría
al cuerpo. Tus palabras y cuidados
para mi alma son mi pan y mi bebida.
Me hieres, me sigues, me piensas…
no encuentras paz ni reposo…
Me amas tanto que lastimas.
Soy tu alegría, tu tortura, tu amiga.
Te amo, te quiero, te extraño.
Tu confidente, tu esposa y tu niña.
Mayo 2008 Poema de Emperatriz Sanclemente Saavedra