La tarde ya lo anunciaba.
Cuando al balcón me asomé
a lo lejos vislumbré
que un rayo serpenteaba..
más con esa ingenuidad
con que la gente actuamos
creyendo que preservamos
lo propio, de los demás,
cerré el cristal, la persiana
y no le presté atención
a la voz del exterior
con que el viento amenazaba.
Pero avanzaba la noche
y no conseguí dormir
de fuerte que era el rugir
de duros que eran los golpes…
y los míos también, si,
de contención y de ataque,
no quería que avanzase
su efecto, y me defendí.
Jamás viví un temporal
tan fiero y descontrolado
ni como aceleró el paso
queriendo hacer tanto mal.
Lo superfluo, lo importante,
lo que menos te imaginas,
aquello que más te estimas,
todo, voló por los aires.
Y perdí un poco el compás
aunque no la compostura,
pensé que aquella locura
no se acababa jamás.
Al fin me dormí soñando
con ver al día siguiente
nuestro sol resplandeciente
en un cielo despejado.
Ya ha recobrado mi alma
el sosiego y la quietud
sé, que lo mismo que tú.
Tras la tempestad, la calma.