Entre el fervor y el miedo

Un despertar que promete consagración  

y una caída que revela lo humano.  

Despertamos la inocencia en nuestra niñez  

con un ardor piadoso, 
anhelando senderos puros  

extendiendo la mano al prójimo; 

donde el vuelo puede desvanecerse, 
transformándose en un trazo débil, 
tentación que se come la promesa. 

Caemos en la trampa de lo engañoso, 
vida llenándose de rutinas, 
canta su victoria la traición  
¿Cómo sostener la justicia? 
hay quienes oran de día y de noche, 
juran respeto, lealtad  

no corromperse... promesas vanas. 

¿La honestidad es privilegio de unos pocos? 

 
Dios, entra en el mundo del niño  
espectáculo entre instintos buenos y malos. 
¿Se sufre y llora ante un juez invisible? 

Mi reflexión fue un miedo; 
un miedo que se encarna en dudas.  

 
En la lucha entre autoestima y desánimo, 
entre idealismo y deseo, 
tuve la idea de que Dios  

me conducía a una profundidad mayor 
sufría neurosis  

para distinguir lo bueno y lo malo. 

Si pudiera darle nombre a todo, sería: 
¡Miedo! 
Miedo e inseguridad  

cuando mi felicidad infantil se tambaleaba: 
miedo al castigo, a mi conciencia, a las emociones. 

Ese miedo desciende al vientre,  

sube a la garganta, 
se vuelve náusea y asfixia. 

 
Entonces,  

como si el diablo acechara, 
la presión del cambio,  

lo indefinible detrás de cada pared: 
un sacerdote, un demonio, un padre, un juez 

Cada uno dictando sus propias leyes  

cada uno con un concepto de Dios 

Cada uno enunciando lo bueno y lo malo 

Cada uno hablando como boca de Dios. 

 
El mundo, para mi corta edad 

era incomprensible, confuso 

solo confiaba en que la bondad  

continuaba con el afecto de mi familia 

Ahí se bañaba el alma de amor y bondad 

Sin castigos, compromisos o condiciones. 

 
Así, entre llanto o sueño, esperaba la noche 
para despertar en un mundo libre y luminoso. 

Ahora escucho la pregunta que no cede: 
qué es la bondad si no un acto  

 ¿Deshaciéndose de las sombras? 

Es no hacer a otro  

aquello que no deseamos para uno 

Es no dar limosnas, es dar ayuda. 

 
Y si la verdad es apenas un susurro en la roca del ser, 
¿quién convoca al alma cuando el miedo se hace eternidad? 

 
Si el ser humano respira en duelo entre cielo y barro, 
deseo el duelo, un acto de libertad: enfrentar la noche 
aun temblando quiero, 

 elegir la dignidad  

¡Con ella todo, sin ella nada!