Rítmicas, e implacables en sus movimientos
las manos del reloj transforman en memoria
cada instante del lúcido vivir o los somnolientos
irrecuperables segundos, que agendará la historia.
Reloj de ébano, metal, clepsidra o perdido
solar, cuya sombra espera la sentencia
que la imposible mutación de lo vivido
es condena secular, que oculta la conciencia.
Niñez, juventud, y hoy cuando creo es mentira
haber vivido lo que me asombra en el espejo,
esa apergaminada imagen que implacable mira.
No es ilusión, es anverso y reverso de lo viejo
mostrando al tiempo antitético de la suerte,
aliado del reloj, incesante amigo de la muerte.