Arrancar una flor, robar un beso;
encerrar en la jaula algún canario,
destruir a un insecto solitario
o negarle al ratón algo de queso;
regañar a un pequeño por travieso,
no tenderle al mendigo nuestra mano,
o insultar a un anciano por anciano
es ausencia de luz en nuestro seso.
Son acciones, sin duda, deplorables
que pudieran rayar en la locura
e indignar a los más indiferentes;
pero peores, amor, y como sables
son tus llagas que ya no tienen cura,
cuando dices que me amas y me mientes...
Segismundo Otelo