ERRANCIA SIN FINAL

ERRANCIA SIN FINAL

“En cada vientre por parir, también nacerá esa maldita hidra de la errancia”.

Por: M. Ebratt

“Los templos y las escuelas del mundo son los altavoces que avivan la errancia como enseñanza de las leyes iracundas del cielo”.

Por: M. Ebratt

Hay sueños que atormentan el alma y acosan el dolor,

es un mundo extraño de Mantras.

Viajes encrespados por territorios ignotos y solitarios,

enigmáticos rostros difusos.

Son sueños que me atrapan entre la infancia y el hambre,

veo manjares fáusticos entre la neblina.

Sueños que han crecido hermanados en ese uterino viscoso,

entre gritos y placentas.

Llevo en el alma un paraíso flamígero que me expulsa,

el llanto de mil almas que agonizan.

Una voz estentoria que me grita el pecado de mi errancia,

oráculos autoritarios que matan.

Arrastro encarnado en el alma esa soledad que vierte desprecio,

pájaros siniestros de picos afilados.

Recorro territorios sin leyes y guardo en el fardo la orden severa,

cabalgo en el dolor y sin el goce.

El poder siniestro de lo místico convierte en barbarie los dones del cuerpo,

el alma libre se inmola en silencio.

La vil errancia me aleja de Eros y lloro a la bella Lilli,

mundo loco de desprecios y laberintos.

Soy un exiliado de los placeres corporales y la embriaguez,

siento aún la voz autoritaria que viene del Cosmos.

Mi identidad es una extraña máscara y un animal trashumante sin patria,

todo es extravíos sin tierra de promisión.

A cuesta cargo el fardo de un destino fatídico, soy descendiente sin memoria,

canto el desarraigo y el despojo del desprecio.

Un azar de orfandad y de extravío es mi suerte, un ser de un libido prohibido,

una voz interna cogita y un fantasma castiga.

Viajo con el espíritu esquilmado como vulgar inquilino de la tierra,

soy ave polvorienta de todos los tiempos.

Todos somos Caín y dioses nuevos nos expulsan, la errancia no tiene fin,

una mirada iracunda viene del cielo.

Sufro el exilio, la incertidumbre y el extraño fetiche de un peregrinaje,

una presencia extraña me vigila.

Este exilio primigenio hijo del polvo me hace vagabundear el espíritu sin tregua,

a lo lejos siento el palpitar de un cielo lascivo.

Dicen que soy vástago de una simiente maldita, sin abrigo ni esperanza,

llevo un mundo seminal que se pierde para reafirmar la vida.

Maldita errancia nacida de la ley del cielo, las hay del hambre y la miseria,

soy un viajero y un despojo de la vida.

Oh, errancia fatua y remolino sin fin, un retorno de lo mismo,

tatuada llevo la marca excluyente de un rey,

loca errancia hija de las tinieblas que eclipsa la razón sin un Tiresias que nos oriente,

fatal destino de un cielo de la muerte.

Esbirros modernos del cielo con sus plegarias avivan la errancia contra la vida,

entre dolor y llagas busco una risa que no existe.

Soy el Caín ancestral de los tiempos que se renueva como el hígado de Prometeo,

siempre me repito en el alma de los hombres.

La estirpe de esta maldita errancia nos deja sin un pequeño cántaro de sueños,

jirones soy de una existencia aciaga.

Como hombre estoico llevaré la hermandad de las arenas del mundo,

esperaré paciente que se desaten los tiempos premonitorios.

Las nubes llevarán el azar y el presagio.

Tal vez habrá nuevos partos entre los abismos.

A lo lejos la risa de un hombre y unas alforjas de esperanza.

Al final lloro por un escepticismo que me abraza.

Unos buitres extraños consumen las almas

de mil horizontes por nacer.

Por: Manuel Guillermo Ebratt Doncell

Barranquilla, Marzo 20 de 2016