México ...

¡Bendita la tierra mía!
Situada acertadamente
en el corazón de Dios
(y de nuestro continente).
Tierra de cielos azules
y de nobles corazones,
donde los hombres son hombres
y las mujeres-- cenzontles
de tan melodioso canto;
¡con esos ojos: espejos
del sol que les da su luz
y su sin igual encanto!
El sol sale de su baño
matinal, en el caribe,
con la cara reluciente,
bien lavada y muy sonriente
y nos comienza a calentar
con ese calor latino,
tan sabroso y "dominguero"
(aún a media semana)
tempranito, de mañana,
y en el transcurso del día,
saturando de alegría,
de paz y amor ejemplar,
a toda esta singular
República Mexicana.
Por la tarde, ya cansado
de repartirnos su luz,
se sumerge, sonrojado,
en el océano del poniente
que, haciendo honor a su nombre,
moja pacíficamente
al astro rey, calcinado,
para que duerma bien fresco
hasta el período siguiente,
en que nos vuelve a alegrar
plenamente renovado.
Mi tierra es rica en color,
un geográfico arco-iris,
donde abundan el amor,
la sencillez y el calor
noble y bueno de su gente.
Mi México, en el presente,
se yergue de su pasado
romántico y virreynal,
hacia un glorioso futuro
con paso firme y seguro
y ¡una sonrisa triunfal!
Es mi país paraíso
de vida sana y fecunda
y en él, su mayor fortuna
(además de su geografía,
sus espléndidos paisajes
y riqueza natural)
es su gente cual ninguna,
de corazones joviales
y de nobles sentimientos.
¡Su gente, franca y abierta,
y su progreso extendido
por todo su territorio,
su futuro promisorio
son, del México querido,
sus más sólidos cimientos!-
Eduardo Ritter Bonilla.