Poema de mi pueblo

Rayaba ya la luna y se escapaba suavemente
de entre los brazos de oriente.
Lucía majestuosa, cuando el cielo plácido y tranquilo abría su pecho para cobijarla
Su rostro, alegre y dilatado, vestía con sus rayos de plata la pradera,
engalanándola sobre una oscura pasarela
Miraba yo en las techumbres de la villa
Hilos de humo muriendo hacia el firmamento
Olores por doquier, recuerdos naufragando,
Me embriagaba de beldad al ver en los callizos, la pureza
de un grupo de niños saltando entre las piedras,
Irradiando de sus faces, ternura de infantes, malicia de ángeles.
Y cuando el céfiro imponente se hacía intolerante
Arreciando con las garras que surgían de entre sombras polvorientas
Acurrucabansé en orden y en silencio, pernoctando así, en las faldas de la abuela.
Una lumbre, un fulgor…colores brotaban por doquier tiñendo los gestos de las trémulas
manos de la anciana, mientras esta sus labios abría en poemas…
Fusión de palabras y gestos…que transportaban hasta el cielo y el misterio…
desprendiendo éxtasis , sellando miedos, lanzando el reto de volver de nuevo
a las cálidas casas sin mirar espantos
y ajustando el sueño.
Buscaba yo el mar, el insondable piélago,
Lo buscaba por entre los huecos de las tablas que formaban las paredes de mi hogar,
Al despertar, lo buscaba a lo lejos por el horizonte…y al no verlo…
precisaba sin querer el gigante y mudo estanque
nuestro estanque… que como de costumbre rugía desde adentro con sus torbellinos recios que rompían el silencio…
Era el observatorio nuestro, nuestro artilugio del tiempo,
porque allí sobre su tapa, recostados, atisbábamos arriba
y relajados, trazábamos el cosmos…
creábamos estrellas, revelábamos los mundos…
Y viajábamos por entre el silencio…por entre la paz…sin tormentos…
Y de pronto antes mis ojos… irrumpía hacia la izquierda, perfumando el viento,
la casa de Doña Berta, cuyos huertos y jardines engalanaban el pórtico en la esquina de mi pueblo
Hoy y en todo instante, el recuerdo abrazo, saludo el tiempo
y lleno de vida cada momento.
Veo a mi gente y no hay martirio,
solo un reflejo de alegría y canto,
oliendo el humo de la quema de patios, buscando allí entre la plaza,
y sin perder la calma, el enser perdido por el paso de Judas…
la sodita de Lalo, con la secreta crema
y la “resbaladera”…
El palpitar del oro en sus montañas…el rugir del viento desde Ojochal…
Y el olor al “tamal” de la natividad…
Todo es silencio…todo es negror…las gentes duermen…
Duermen tranquilos, sombras no emergen,
Y en lo insondable del corazón, se alberga fuerte, una esperanza…
Palpita fuerte y exclama firme…
reposa quedo porque mañana
SERÁ MEJOR!