Sentados en un tronco seco,
en la orilla de un lago
de aguas tranquilas,
mirábamos el ocaso con atención,
curiosidad y fascinación,
veíamos como al ocultarse el sol,
entra una calma infinita,
a lo lejos, en el fondo del horizonte,
apenas de distingue la silueta
de cientos de árboles, que se pierden
por la bruma y los colores rojizos
del follaje, se confunden con los morados
del cielo, que está a punto de correr el velo.
y así, dar paso a la luna
que con su luz, nos iluminará el sendero
del regreso, camino de aromas frescos,
de olor a flores, resinas y tierra húmeda,
y las aves que con sus trinos,
llaman a sus nidos a sus crías,
los grillos, que nos arrullan con sus cantos,
y la paz que todo esto produce es maravillosa,
y se siente lo grandioso de la naturaleza.
Así tomados de la mano, regresamos
a nuestra cabaña, que con el calor
del fuego de la chimenea,
nos invita a descansar, y a decirnos
palabras tiernas, que alimentan
la hoguera de nuestro amor. Autor de la Poesía: Gualberto Alcántara Olalde Copyright © 2008 - Todos los derechos reservados.