Basta un cielo de cristal de medio atardecer,
olas de verde mar, bordando dientes de espuma
sola estoy contigo, sorbiendo mis soledades.
Sopla la brisa, toma su pócima y duerme.
¡Ah ronda de gaviotas lanzadas al viento!
Ya aparece el ocaso, con esa piedad que asombra.
Nos besamos apasionados mientras recela la luna,
se rozan nuestros cuerpos y un estremecimiento crece.
Cuando trémulo me dices que me amas
con palabras balbuceantes, nos fundimos juntos,
nos engrillamos solos, me posees, nos amamos.
¿Amor quien afina tu saeta, en el preciso instante?
Aquel que acude en temblor al nacimiento del alba
y se ahonda haciendo huella en la carne de mi carne.