Ese tango.

La dejadez proclive a desearte intensamente
el humo del cigarro en mi boca de esperarte
y en cada inmensidad de polvos y obeliscos
el aire porteño que en diciembre he de darte.
La magia de algún tango espuesto en dos por cuatro
el olor a tinieblas que la noche nos evoca
un perfume de diademas esparcido con recato
y la savia de mis ninfas rozandote la boca.
Y allá donde te llegues sin vanas presunciones
ni latidos de acelere que te vuelquen lozanías,
caerás en mis tejidos y yo en tus emociones
cuando nada lo parezca, y ese tango se termina.