POR QUÉ ME OBLIGASTE PADRE A QUE YO TE HABLARA DE USTED

Porqué me obligaste padre

a que yo te hablara de usted.

Si mi alma chiquitita

como mariposa entre las flores

buscaba su dulce miel.

Por qué no encontré en tu mirada

una luz que me dijera

que tú querías ser

aquél amigo del alma

que todos queremos tener.

Porqué cuando en la mañana

te marchabas al trabajo

no te acercabas a mi cama

para oírme respirar

y regalarme un besito en la cara

con el que yo pudiera soñar.

Soñar con que me llevabas

A los campos a trabajar

y que las riendas de la yunta

tú me las dejabas manejar.

Por qué padre te hiciste amigo

del tabanco y la media botella

si yo estaba esperando

que tus brazos me acogieran.

Que me hicieras mil caricias

que me dieras mil rabietas

para yo fantasear contigo,

cuando ausente tú estuvieras.

Por qué tuve yo que verte

sin sentir sobre mi piel

el contacto de tu cuerpo

para así poder crecer.

Por qué fuiste en mi vida

un ser a quien temer.

Y no  un buen amigo

a quien pudiera serle fiel.

Por qué cuando en la atardecida

y mientras yo cuidaba de las vacas

y tú regresabas rendido

tras una dura jornada,

no te me acercabas y me regalabas

al menos,

una caricia o una sentida palabra.

Entonces yo te veía

cómo al paso te alejabas

y quedando yo acharado

a lo lejos te observaba.

Y observaba cómo una cojera

que apenas se te notaba

balanceaba tu cuerpo

cuando ausente caminabas.

Y yo me quedaba sumido

en una tristeza apagada.

Porque yo no comprendía

absolutamente nada.

Pues nuestra perra a sus cachorros

además de que los amamantaba,

luego jugaba con ellos

todos juntos en manada.

Recuerdo con alegría

cuando a unos tomates picaditos

con tu arte sazonabas

y me invitabas a comerlos.

Y no sabes tú padre mío

lo que aquello me gustaba.

También recuerdo a los melones

que con tu sudor cultivabas.

Y me los dabas a comer

al clarear la mañana.

Cuando íbamos a los garbanzos

en aquéllos amaneceres

que más que al trabajo invitaban

a disfrutar del dulce sueño

en una mullidita cama.

pero a pesar de todo

me siento bien orgulloso

de que hayas sido mi padre

y cuando lo hablo con la gente,

hasta me siento vanidoso.

Y aunque no recuerdo el haberte querido,

sin embargo por ti lloré

cuando herido ya de muerte

yo me encontraba a tus pies.

Por todo ello padre mío

si tú me quisiste siempre

como se quiere a un hijo,

por qué me obligaste padre

a que yo te hablara de usted.

Pero de todo esto padre

yo no te quiero culpar.

Culpo más bien al momento

de la hambruna y el descontento

de una España empobrecida

por una guerra fratricida

en la que tuviste que lidiar.

Luz perdida

2/10/90