Nací en una tierra de verdores cubierta, de olivos centenarios con hojas de cristal, amarilla y dorada de crujientes rastrojos y unos profundos ojos como el fondo del mar. Y montes engrisados, -como las tardes tristes-, de la escombrera estéril cual lava de volcán, circundada de sierras morenas y tostadas y ríos perezosos de menguado caudal. Reseca en el verano por soles implacables, calentando las paredes con sudores de cal, muy gélida en invierno con suelo de escarcha y vientos flagelantes en su loco girar. Se hace copla la alegría, las penas se hacen cantares, bulerías, sevillanas, seguidillas, soleares, martinetes y tarantas..... todos los cantares se cantan. De la dulce taranta que se cantaba en la mina, hizo mi madre nanas de ternura y bondad, recordando tragedias de sufridos mineros, de barrenos tonantes que parían mineral. Admirando a ancianos cansados y sencillos que trabajaron a la sombra, ansiando la claridad. capaces de embriagarse con luz de atardeceres oyendo los quebrantos lamentos de un cantar. Y crecí en la alegría de mi tierra andaluza, que desde pequeña me enseñaron a amar y a querer a mi pueblo lo mismo que a una madre, que nos da con sus brazos el calor maternal.
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!