Llegué a casa con una sonrisa que parecía abrir el cielo.
Bailaba en mis labios instaurando sus deseos.
Me retiré el pelo de la cara y ahí estaba, sin aviso previo.
Ruborizada al sentirme una niña con zapatos nuevos.
Quería descubrir alguno de tus recobecos,
bajar luego por tu espalda,
y abrazarte en medio del silencio.
Que el mundo se detuviera, que no me importaba nada.
Que el mundo se detuviera, que sonarán las alarmas.
Ese estúpido instante en el que creí que iba a pasar algo más.
El corazón se volcó, y desparramó una dosis de felicidad.
Las sonrisas se marcharon, ¿viví una ilusión?
Fuí entendiendo el mensaje y poco a poco me gobernó el dolor.
No abrazaré tu espalda, ni me cruzaré contigo en esta habitación.
Vuelvo a ser una espectadora frente al televisor.
Quería prolongar el momento,
dar pasos hacia delante
y demostrar que te merezco.
Que el mundo se detuviera, que por fin te siento.
Que el mundo se detuviera o que se fuera de paseo.
Ese estúpido instante en el que creí que iba a pasar algo más.
El corazón se giró y derramó toda su ingenuidad.