Cuando aún duerme la ciudad,
aguardo la mañana para que me hable,
sólo espero oír sus dulces palabras,
la fe y la alegría vienen de su alma.
Encantado estoy cuando llega la luz,
con quietud van brotando los cantos,
las aves respuetuosas guardan silencio,
para oir atentas la voz del amor.
Como un susurro emerge su voz,
cuando me habla salta mi corazón,
contento pretendo oir sus melodías,
de cada cosa me muestra lo bueno.
Fuerza me transmite con su amor,
sólo ella llena todos mis anhelos,
la paz que permanece eterna,
da gozo constante a mi alma.
Me acompaña en la senda de la vida,
la belleza que da viene de su corazón,
el placer más grande es sentir su paz,
mis oídos la desean con esperanza.
Lupercio de Providencia